Una tarde de verano, Tío Tigre y Tío Conejo quisieron dejar a un lado sus diferencias y dar un paseo por el campo. Al cabo de varias horas, el calor se hizo insoportable y los nuevos amigos decidieron sentarse a la sombra de un frondoso árbol de mangos.
Los mangos eran pequeños, pero dulces y jugosos. Tío Conejo y Tío Tigre comieron muchas de estas frutas hasta quedarse dormidos.
Al despertar, Tío Tigre levantó la vista hacia las ramas del árbol y le dijo a Tío Conejo:
—¡En este mundo todo está al revés! Este árbol tan alto tiene mangos pequeños, mientras que las enormes sandías nacen de tallos en la tierra. Pasa lo mismo contigo Tío Conejo, eres bajo de estatura, pero bastante orejón.
Al final de estas palabras, le cae a Tío Tigre un mango en la cabeza.
—¡Qué afortunado eres Tío Tigre! Si las sandías crecieran en los árboles, menudo golpe que te hubieras llevado —dijo Tío Conejo, revolcándose de la risa.
Y fue así que Tío tigre y Tío conejo volvieron a enemistarse.
Moraleja: Criticar sin fundamento solo afecta a quien critica.
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